De unos años acá —no tantos, pero creciendo—, la décima campesina y el repentismo se pasean por la Facultad de Comunicación como expresión respetada de la cultura cubana. Anda presente en festivales, en aulas y pasillos, en actividades disímiles siempre vinculadas con los estudiantes.
No es un fenómeno casual, en ello incide que, particularmente en la carrera de Periodismo, varios jóvenes han traído ese arte ancestral surgido de los campesinos a sus espacios naturales en el entorno universitario y citadino, lo han vestido de gozo, inteligencia, de genialidad oral y de orgullo, pues pocos son los poetas que logran alcanzar tales habilidades. Y varios han hecho más: lo han dotado de teoría y práctica en valiosas tesis de grado que integran el reservorio investigativo de la institución.
Decimos con esto que estamos contribuyendo también con el encargo educativo de salvaguardar la décima campesina, al punto cubano, el repentismo y sus manifestaciones, de la dolorosa burla hacia lo “guajiro”, hacia el rechazo de lo que no está de moda, y damos prioridad a un género portavoz de un discurso hecho poesía, a una de las más importantes tradiciones de Cuba, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Algo de historia no vendría mal para quienes intentan arrinconarlo y para quienes soñamos que algún día sea expresión natural de cualquier segmento social como son los mariachis mexicanos, los tangos argentinos, la cumbia colombiana y la samba brasileña, porque si algo tiene la décima es que fue cultivada por nuestros mejores poetas románticos en el período decimonónico y ahí están entre sus representantes Francisco Poveda Armenteros, El Trovador Cubano, poeta, peón de ganado, empleado de ingenios y cafetales, profesor de instrucción primaria y actor dramático; José Jacinto Milanés, considerado como el primer ingenio poético cubano; Juan Francisco Manzano, el poeta esclavo del periodo colonial; Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), máximo exponente del repentismo en el siglo XIX; y Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), el poeta de mayor aceptación popular entre los escritores de su época, versificador espontáneo como pocos antes o después.
Como también improvisaron en la gran gesta patria los mambises del Ejército Libertador, perdiéndose la mayoría de sus cantos espontáneos en la propia manigua y salvándose aquellos que el genio previsor de José Martí antologara en Los poetas de la guerra; de ella dieron fe Antonio Hurtado del Valle, a quien el Delegado calificó como “el pulcro y tierno Hurtado” y Serafín Sánchez llamó “aquel modelo de hombre”; Miguel Jerónimo Gutiérrez, agrimensor, poeta, colaborador de la prensa, Mayor General y vicepresidente de la Cámara de Representantes en la Asamblea de Guáimaro; y José Joaquín Palma, orgullo de Cuba, Honduras, Guatemala, las Antillas y de toda América Central, poeta, educador, cónsul general en Guatemala, país del que es autor del himno nacional.
A este legado sigue el desarrollo de la décima, el punto cubano, el repentismo, que vinieron después, más cercanos en el tiempo, con cultores como Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), eje de las generaciones de improvisadores, y los más mediáticos Justo Vega, Adolfo Alfonso, Tomasita Quiala y Alexis Díaz Pimienta, este último bien pudiéramos llamar el héroe de la resurrección por sus aportes teóricos, su método de enseñanza y por una voluntad inquebrantable para llevar a su merecido lugar al género.
Todo ello precede a la tesis, LOS POETAS TIENEN AULAS. Gran reportaje sobre la historia de los Talleres Especializados de Repentismo Infantil entre los años 2000 y 2020, con la que su autora, Adriana Fajardo Pérez, honra al poema oral, lo sustenta teóricamente, deja sentada la trascendencia de esa tradición en la conformación de la identidad nacional, en la formación desde la niñez, y asume el pensamiento de que el repentismo también se aprende en escuelas y en la ciudad, rompiendo con la vieja sentencia de que el repentista nace y nace en el campo.
Otorga, fundamentalmente, preeminencia a los Talleres Especializados de Repentismo Infantil, una de las primeras experiencias de enseñanza de la décima y la improvisación oral en Iberoamérica, los cuales dieron vitalidad y continuidad a la tradición del repentismo, y lo hace desde la retrospección cercana, cuando aún sus protagonistas pueden contar la historia desde la experiencia individual y colectiva, sin haber perdido detalles del proceso.
Y también desde el punto de vista de la enseñanza del periodismo, revitaliza el género de gran reportaje, tan citado en esencias genéricas, pero menos explicitado teóricamente. Ella muestra toda su actualidad, las amplias utilidades de su escritura para desarrollar en profundidad un tema y su paso al libro donde alcanza plenitud en ese formato.
Es una tesis que pone sobre la mesa la necesidad de rescates históricos cercanos en el tiempo, posibilidad que ofrece el periodismo interpretativo retrospectivo. De esa manera, la incidencia en la toma de decisiones para continuar determinada experiencia en el ámbito social, pudiera ser más efectiva.
Memoria realizada en la modalidad de Para la producción y ubicada en la Línea de investigación Estudios socio-históricos de la comunicación y el periodismo, suma un cuerpo teórico, anexos y una amplia referencia de toda fuente declarada, lo cual constituye un valor agregado, y un producto comunicativo despiezado en una introducción contextualizadora, y un gran reportaje que integra los géneros de entrevista, crónica y perfil, todo lo cual conforma el libro que muestra cómo han contribuido los talleres a la formación de nuevas generaciones vinculadas con la tradición de la décima oral improvisada en Cuba, a partir de la experiencia de varios de sus protagonistas.
Sus tutores consideran la propuesta novedosa, no solo desde el propio tema que aborda, sino también, por la forma en que construye el relato, con el empleo de técnicas narrativas que otorgan belleza a lo escritural, sin dejar de ofrecer la información oportuna, veraz y verificable. Y destacan su valor científico dado en la sistematización del devenir de la décima, el punto cubano y el repentismo, de sus máximos cultores, de promover la metodología establecida por Alexis Díaz Pimienta y dejar sentado cuánto de significación cultural tuvieron los talleres en el ámbito político y social del país.
Esta minuciosa y rigurosa labor indagatoria de la estudiante en el ejercicio, dotado de brillo narrativo y empleo de la décima en los capítulos del informe de tesis, trasciende a un libro dirigido a un público heterogéneo, pero que indiscutiblemente cautivará a los más jóvenes; y, partiendo de esa premisa, son los propios tutores quienes sugieren la creación en la Facultad de Comunicación de un taller que enseñe a pensar y hacer el periodismo y la comunicación en décimas, en punto cubano y en repentismo, dotándolo de novedosas perspectivas en su construcción y demostrando los muchos caminos posibles para comunicar en este siglo que, como ningún otro, privilegia la inmediatez.
Así, los talleres en su aniversario 25 podrían lograr otro alcance. Si los primeros dieron el gran salto del campo a la ciudad, de los guateques a las tribunas por la liberación del niño Elián, de lo supuestamente innato a lo aprendido en aulas, ahora la poesía podría asaltar los medios con una manera-otra de informar, entrevistar, comentar, cronicar, publicitar y todo lo demás que tanta inteligencia haga posible; y FCOM continuaría ratificando su encargo educativo de salvaguardar estas expresiones patrimoniales.
El límite sería el cielo.