Cubaperiodistas recomienda

El Eternauta funciona, lo viejo funciona…

Una foto en Facebook muestra una promoción de El Eternauta sobre las pantallas neoyorkinas de Times Square y en el lejano Japón han despertado un interés insólito las barajas del Truco, ese popular juego argentino que sale a escena en el arranque del audiovisual. El Eternauta funciona, incluso arrasa: Netflix, la compañía que produjo la serie para su plataforma de streaming, asegura que ha ido escalando desde su estreno el pasado 30 de abril y a mediados de mayo se ubicaba ya en el primer puesto del segmento de habla no inglesa en 24 países y en el top ten de 87.

Este éxito global agiganta la autoestima de la nación latinoamericana que aportó no sólo las locaciones y el grueso del talento humano empleado en la superproducción, sino también el argumento del guión, creado a partir de una obra totémica de la cultura argentina. La serie de seis capítulos en su primera temporada versiona nada menos que la historieta escrita por Héctor German Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, por muchos considerada pionera entre las novelas gráficas, un hito de la ciencia ficción en formato cómic y emblema incuestionable de la historieta latinoamericana y mundial.

Sobre un post de Instagram, un cartel anuncia: “Si naciste entre 1975 y 1983, y dudás de tu identidad, comunícate con las Abuelas de la Plaza de Mayo. Podés ser nieto/a de Oesterherld”. El guionista de El Eternauta fue secuestrado y desaparecido en 1977, al igual que sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, y ahora la serie ha reactivado también los traumas de la época de la dictadura militar. El eslogan de la serie: “Nadie se salva solo” y la visión no de superhéroes sino de un grupo humano enfrentado a la catástrofe de una invasión alienígena despierta conciencias sobre la importancia del accionar colectivo para enfrentar las tragedias políticas del presente.

No es una producción televisiva más, El Eternauta ya es un auténtico fenómeno que atraviesa la cultura y se cuela por las grietas de la historia, la sociedad y la política. Que su punto de partida sea una historieta publicada en 1957, hace 78 años, pone a pensar en que “lo viejo funciona”, esa otra frase icónica de la serie, pronunciada por Alfredo Favalli, el amigo del protagonista Juan Salvo interpretado por Ricardo Darín. Y como en esta era de Internet se hace fácil llegar hasta cualquier puerta a través de un amigo de un amigo, con la ayuda del crítico de cine uruguayo Sergio Moreira pude llegar hasta su connacional César Troncoso, el que da vida al “Tano” Favalli.

Lo que sigue es sólo una parte de una larga conversación con él, en la que por supuesto, hay que comenzar ahondando en la presentación de la carrera de este notable actor uruguayo…

“Al principio fue todo teatro”

Dice César Troncoso y se explaya por un periplo que inició a los 25 años, tomando clases con Alberto Restuccia, líder del grupo Teatro Uno, y continuó con tres años de aprendizaje en Teatro de La Gaviota, hasta la conformación junto a Roberto Suárez del dúo cómico Suárez–Troncoso. “Empezamos a foguearnos, nos hicimos notar y comenzaron a convocarnos de otros lados, hice obras con gente muy reconocida: Mariana Percovich, Fernando Toja, Sergio Blanco”, cuenta el nacido en Montevideo, el 4 de abril de 1963.

“Pero a hacer películas recién comencé a los cuarenta años”, confiesa César. Su primer largometraje fue El viaje hacia el mar, de Guillermo Casanova, en 2003; y señala a El baño del Papa (2007) como la película que “cambió bastante mi vida porque fue muy vista, muy reconocida”. Brasil se interesó por él y ahí, dice, “habré hecho… no sé… diez, doce películas, algunas en roles secundarios y otras en protagónicos”. Entre ellas: Circular, Al oeste del fin del mundo, Faroeste Caboclo y El vendedor de sueños, dirigida por Jayme Monjardim. Este Monjardim, también director en TV Globo, le propició “una experiencia que nunca había tenido” cuando le dio un papel en la telenovela Flor del Caribe.

En 2007 había participado en XXY, película de la argentina Lucía Puenzo, donde trabajó ya con Ricardo Darín, aunque, aclara, “yo en un secundario y él, obviamente, como protagonista”. Pero será “después de la pandemia, que ya no me convocaban en Brasil”, cuando Argentina se convertiría en su plaza fuerte e hizo ahí las series televisivas Diciembre 2001 y Iosi, el espía arrepentido y una trilogía fílmica con el director Néstor Mazzini.

La última de esas películas, La mujer del río, recibió en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) de 2025 los premios de Mejor Actriz (Andrea Carballo), Mejor Actor (César Troncoso), el de la sección Argentina y el de Mejor Película por la Asociación de Críticos Cinematográficos argentinos. Sin embargo, esos lauros quedaron opacados por la casi simultánea salida de El Eternauta y Troncoso entiende que le urge contar de cómo llegó al reparto de la producción televisiva de Netflix. A regañadientes, dice:

―Tengo otras películas pendientes, pero vos preguntás por El Eternauta y yo algún día recibí la invitación… Había hecho Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, donde María Laura Berch hizo el casting; y me imagino que fue ella quien sugirió mi nombre para El Eternauta porque es una de sus directoras de casting… Bueno, terminé haciendo una serie de audiciones: primero por Zoom desde Uruguay; después en una cena delante del director Bruno Stagnaro, pero sin Darín, con un actor que hacía las veces de Juan Salvo; y luego un tercer y último casting, ya sí con Darín, supongo que para ver la química entre ambos, y así fue como me quedé con el personaje de Alfredo “Tano” Favalli.

“Nadie se salva solo” es el lema de El Eternauta y aquí se juntan tres de los protagonistas: Lucas (Marcelo Subiotto), Omar (Ariel Staltari) y Alfredo Favalli (César Troncoso). Foto: Cortesía del Entrevistado.

“No como el pescado antes de sacarlo del agua”

Asegura César Troncoso cuando se le pregunta sobre la expectativa de cambios en su vida tras el éxito de la serie; y explica: “Es la frase que siempre me digo; y aunque, evidentemente, eso puede provocar un punto de inflexión, cambiar muchas cosas; también puede no serlo y yo estoy, digamos, preparado para ambos escenarios. Veremos si efectivamente me trae más trabajo de mejor calidad. Mientras tanto, ya tengo proyectos, estoy haciendo una obra de teatro en Uruguay, tengo algunas películas pactadas y hay estrenos pendientes”.

Es cierto que la conjunción de varios elementos ofrecía buenos augurios: Ricardo Darín, de protagonista y trabajando por primera vez en una serie televisiva; Bruno Stagnaro, el realizador junto a Adrián Caetano de Piza, birra, faso (1997), cinta emblemática del Nuevo Cine Argentino, en la dirección; la presencia de K&S Films, casa productora argentina de primera línea, la misma que hizo Relatos salvajes (2014); y la clásica historieta de Oesterheld y Solano López como base argumental. Aun así, el resultado ha sorprendido a César:

―Tomó una dimensión que no imaginaba, tuvo una proporción mundial. Siento mucho orgullo y es muy gratificante el halago de la gente que te reconoce la calidad actoral. Por otro lado, la sobreexposición sí es a veces medio incómoda, no estoy preparado para tanto. Aquí en Uruguay, en Montevideo donde vivo, me reconocían bastante, pero no con la virulencia que desató esta fiebre de El Eternauta.

Contra el riesgo de que se le despeguen los pies del suelo, el actor posee el antídoto: “Me lo tomo con calma y espero a ver que baje un poco la espuma de este éxito tan loco, para ver dónde estoy parado y qué podemos hacer a futuro…”

“Es el mascarón de proa de esta serie”

Dice César Troncoso de Ricardo Darín y agrega: “Él es, por derecho propio, la figura más importante del audiovisual latinoamericano. Por lo menos, eso me parece a mí. Además de un gran actor y de tener la capacidad de elegir bien sus proyectos, Darín es buena persona, habla muy bien, se maneja con mucha calidad y uno entiende por qué el reconocimiento tan alto que tiene”.

Inquirido sobre si la participación en El Eternauta de la estrella de Nueve reinas y El secreto de sus ojos no le roba el show al resto, el uruguayo alega: “Todo el elenco posee niveles de solvencia suficientes como para lucirnos también nosotros. La que interpreta a la esposa de Juan Salvo es Carla Peterson, actriz muy reconocida; y quién hace de mi esposa es Andrea Pietra, precisamente la actriz que trabaja con Ricardo en la obra teatral Escenas de la vida conyugal. Marcelo Subiotto (Lucas Herbert en la serie) ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de San Sebastián y el Cóndor de Plata argentino con la película Puan; y yo tengo carrera suficiente como para no sentirme disminuido. ¿No?”

Troncoso remata este punto con un elogio mayúsculo de Darín:

―Como viste que hay en el mundo estrellas que son muy egoístas, ese no es su caso; al contrario, es una persona muy generosa, que te cede el espacio que vos merecés.

César Troncoso recubierto de traje protector y máscara en el set de El Eternauta. Al fondo, los novedosos paneles azules donde se proyectan los escenarios para la filmación. Foto: Cortesía del Entrevistado.

“No tengo un método, soy medio intuitivo”

Confiesa César Troncoso a la hora de hablar de sí mismo como actor y revela: “No soy como otros actores que necesitan comprender el arco dramático del personaje, o precisan construirle un pasado para saber cómo se llega al momento en que suceden las cosas”. El uruguayo confía en su intuición y además se apoya en los colegas: “En el ida y vuelta que se genera con el director, o también con Ricardo, quien te aporta sugerencias y posibilidades, acepta el intercambio y lo promueve”.

Todo el que ha visto El Eternauta se percata de que si bien Juan Salvo es el protagonista, toca a su amigo Favalli ofrecer el carácter humano más complejo. El primero mantiene una faceta de héroe incólume de principio a fin, mientras que el otro personaje muta, traza un amplio arco dramático, desde el ser receloso, aferrado a sus posesiones y que hala para lo suyo al punto de caer antipático, en los comienzos; hasta la reconversión en una persona más solidaria, cuyo sendero de redención lo acerca al modelo de héroe colectivo trazado en la historieta de Oesterheld y retomado por la serie. Luego, el mayor reto en materia actoral no recae sobre Darín, sino encima de su partenaire uruguayo.

Troncoso, sin embargo, le regala todo ese mérito al guión, porque “la modificación medio fuerte de mi personaje a lo largo de la historia está muy bien escrita ahí. Y fue muy inteligente que se introdujera un personaje ausente en el original de 1957, Ana (Andrea Pietra), la mujer de Favalli, puesto que la pone a ella generando un balance justo entre las desconfianzas, los temores y los egoísmos de Favalli y esa mirada más humana y comprometida con las demás personas”. Acerca de Favalli, lanza el actor esta definición profunda:

―Precisamente, el que no empiece con una actitud heroica es lo que hace sentir a Favalli como un personaje muy humano. Ese lugar heroico se va construyendo a partir de la comprensión de lo bueno de ser parte de un grupo; y de que ese colectivo debe ser ampliado, porque sólo entre todos se puede luchar contra un enemigo tan poderoso como esa invasión llegada del espacio. ¿No?

“Soy horrible para contar anécdotas”

Eso es lo único que atina a decir de entrada César Troncoso, al momento de indagar sobre los jugosos avatares atribuibles a una realización audiovisual de tan grandiosas magnitudes. Al decir de Netflix, la producción de esta primera temporada de El Eternauta inyectó 41 mil millones de pesos a la economía argentina, se intervinieron 50 locaciones de Buenos Aires para la filmación, más de 400 personas integraron el equipo de producción, unas 2900 se emplearon como elenco, extras y dobles de acción, y además participaron 25 artistas en la creación de los escenarios virtuales.

Tras insistir en que “de verdad que no me acuerdo de esas cosas”, César termina contando: “El set en sí mismo era un asunto impresionante. La serie sucede en la zona norte de Buenos Aires, donde Oesterheld vivía y, por casualidad, también viven mis primos argentinos. Filmábamos sobre la propia locación, pero ahí había que hacer todo un trabajo previo para ʽmaquillarʼ, le decían así la gente de arte, ese fragmento de ciudad con el efecto de la tormenta de nieve. Las calles había que llenarlas de sal, eran toneladas y toneladas de sal tiradas al pavimento; y esas locaciones se utilizaban, por lo general, durante el fin de semana. Pero el día siguiente era día hábil, el lunes todo el mundo trabajaba, y había que levantar, en cuatro o horas, todas esas toneladas para dejar el lugar impecable. Era un trabajo imponente, se empleaba gran cantidad de gente, y uno al verlo se daba cuenta de la intensidad y la grandiosidad de lo que se estaba realizando”.

Finalmente, dice acordarse de una anécdota concreta: “Teníamos un cascarudo, un único cascarudo que yo recuerde, que hacía las veces del cascarudo central, digamos, al que Ricardo le disparaba, mataba a uno en ese lugar y en fin… Había también un montón de personas vestidas de azul, porque ese es el color que después se puede borrar de la toma, que eran los que tiraban de los cuerpos; y hay un momento de un ataque sobre mí, en el que me halan de las cuerdas, y después, cuando uno ve esa toma en la serie, que han puesto ahí el cascarudo… Esas cosas eran increíbles. ¿No?”

El actor se ha quedado muy impresionado del trabajo con las pantallas Led, “una tecnología medio nueva con la que nunca había trabajado, donde se recreaban también esas locaciones. Entonces, vos estabas de pronto en un vehículo sin movimiento alguno y la sensación de movimiento te la daba, obviamente, la imagen que aparecía en la pantalla Led”.

―Así que estaba, por una parte, el trabajo físico que se ponía para las locaciones, y luego el trabajo lleno de tecnología en un estudio, para terminar de construir esa increíble invasión ―concluye.

El uruguayo viste el icónico suéter beige del “Tano” Favalli. A su lado, el actor Gabriel Fernandez, que interpreta a Roberto; y detrás, Guillermo Jacubowicz (Benito). Foto: Cortesía del Entrevistado.

“No son míos y no me quedé con ninguno”

Dice César Troncoso a la sugerencia de si el famoso suéter de Favalli fue una aportación de su propio ropero. De color beige y en el estilo ochentero conocido en Cuba como cuello de tortuga, la prenda salió en realidad de las manos tejedoras de una chica de vestuario, había cuatro o cinco en el set y tuvo una importancia capital para la construcción del personaje.

―Ese suéter es idéntico al que lleva el personaje de la historieta. Haberlo traído a la serie, fue para mí un hallazgo, porque era ponérselo y terminar de ver a Alfredo Favalli en vivo y en directo ―reconoce.

Cuenta César que para la premier de la serie se hizo una exposición pequeña con los diseños de vestuario creados para los diferentes personajes. “Pero estaría bueno que la gente viera todas las cosas increíbles que se construyeron y los trajes y máscaras que protegían de la nieve tóxica a los protagonistas. Así que todavía esos suéteres pueden aparecer, quién sabe, en algún museo dedicado a El Eternauta en la ciudad de Buenos Aires”.

“Respeta lo que debe respetar”

Plantea César Troncoso, tomando partido del lado de la serie y en contra de los que le reprochan las diferencias con el cómic original. Antes de filmar la serie ya había leído la historieta El Eternauta, pensaba que “es una belleza” y rememora “aquel tiempo, en los años ochenta, cuando yo compraba revistas de historietas y a través de ellas supe de Oesterheld y de Solano López. Oesterheld ya estaba desaparecido. Solano López todavía trabajaba para esa revista que se llamaba Fierro y era un dibujante maravilloso”.

―Creo que la adaptación, además de necesaria, es muy justa, muy correcta, y respeta lo esencial, que es el corazón de la historieta ―recalca.

“Lo viejo funciona, Juan. Lo viejo funciona”

Pronuncia César Troncoso con el timbre áspero del personaje Alfredo Favalli. “Bueno, ahí tenéis tu frase”, añade. Y si bien en la serie, de manera directa, la expresión retrata una situación donde la tecnología moderna se ha vuelto inservible mientras la antigua mantiene su funcionalidad; el actor la amplifica con más significados: “Remite a la historieta de 1957, pues esos objetos viejos pertenecen al tiempo de la creación original de Oesterheld y Solano López. Pero habla también de mirar hacia atrás y pensar nuestro pasado, porque hoy por hoy hay un montón de gente desconociendo que sólo con ese pasado que recordamos es que vamos a construir un futuro de mejor calidad. Creo que se rompió la línea temporal en algún sentido, el devenir de las cosas se interrumpió y hace falta tener memoria para empezar a zurcir esos huecos que la historia más contemporánea, la de este siglo XXI, tiene.”

Y todavía tiene el uruguayo una lección más que extraer de la frase entrañable:

―En esta adaptación de Bruno Stagnaro, tanto Ricardo Darín como mi personaje y el resto de los compañeros tienen más edad que en la obra original. Y al ser ellos capaces de llevar adelante la defensa frente a un caso de invasión extraterrestre y decirse que lo viejo funciona, se está haciendo una revalorización de las personas grandes. Entonces, valoremos la sabiduría que ofrece la edad, pensemos también en nuestros viejos. ¿No?

(Tomado de El Caimán Barbudo).

Imagen de portada: Cartel promocional de El Eternauta, intervenido en Buenos Aires con las fotos de Oesterheld y sus cuatro hijas, todos desaparecidos por la dictadura militar. Foto: Tomada de Página 12.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *